viernes, 14 de julio de 2017

La libertad del diablo. El testimonio inagotable de la violencia.

Por: Manuel Hernández-Samperio.

Desde hace algunos años la violencia de la que somos víctimas se han transportado, inevitablemente, al cine, su naturaleza de ser más que un arte y tener gran cercanía a lo político, tanto por su producción como por sus contenidos, lo permite. La libertad del diablo es una más de las expresiones artísticas que se plantea como objetivo reflejar el problema, haciéndolo desde distintos puntos de vista. 

Everardo González nos presenta un trabajo en donde, a través de entrevistas, nos pone en el contexto que padecen diferentes lugares en el país, especialmente aquellos alejados de las grandes ciudades o, en su defecto, los lugares considerados como puntos estratégicos para la comisión de actividades ilícitas. 

Es gracias a diferentes testimonios que vamos conociendo las historias de víctimas y victimarios, sus razones y las acciones que han emprendido desde el tiempo en que las circunstancias los alcanzaron, o mejor dicho, los pusieron en ese lugar.

El más reciente filme de González nos presenta un trabajo que, a pesar del, (por desgracia para el país) ya común tema que aborda, no deja de ser ensombrecedor pues es un reflejo fiel de la sociedad en la que vivimos y que se ha visto obligada a adoptar nuevas formas de vida. 

El guión y su posterior montaje tienen el acierto de saber utilizar el recurso de la entrevista (el único empleado) para mantener en todo momento la atención del espectador. Se usan pocos elementos para transmitir las historias, el más recurrido es el de tener a los entrevistados 
en una habitación mientras le hablan a la cámara, logrando que el espectador haga el ejercicio de recrear en la mente lo que se le narra, con situaciones que impactan por su naturaleza. 

La fotografía es un elemento atinado, como ya se mencionó, el documental se desarrolla en su mayoría en una habitación y la tarea de la fotografía es la de la creación de atmósferas que transitan entre lo sombrío y lo lúgubre y que encaja en buena medida con la narración de los entrevistados y a la vez invita al espectador a ser parte de la intimidad tanto del lugar como de las historias. 

La idea de mantener en el anonimato a quienes comparten sus testimonios a través del uso de máscaras envía el mensaje de que no son situaciones aisladas, sino que cualquier persona está expuesta a sufrir algo parecido, pero además implica que la misma situación haya terminado con la identidad de las personas, quienes al ser violentados han visto terminada su dignidad y el respeto que por ser personas se merecen, es igualarlos (o hermanarlos) en la violencia y por ende en la deshumanización. Incluso, el documental tiene entre lo destacable que cuenta con la aparición de algunos victimarios. que comparten historias desde su punto de vista y logran darle mayor información al espectador.

La libertad del diablo es un entramado de historias, sencillo en su manufactura pero con un contenido que roza el horror, a través de una diversidad importante de testimonios. Si bien el problema de este documental es la ya vasta cinematografía sobre el mismo tema, no puede negarse que este trabajo cuenta con gran fuerza narrativa y con la capacidad de tocar las fibras sensibles de los espectadores.

La libertad del diablo, Everardo González, México, 2017, 74 min. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario