domingo, 2 de octubre de 2016

Ni el cielo sabe qué. Adicciones y obsesiones hasta la locura.


Por: Manuel Hernández-Samperio.


La juventud y las drogas suelen tener una relación que aunque no es siempre bien vista, es socialmente tolerada. Desde que se ha reconocido a la juventud como esa etapa previa a la adultez, al menos en las culturas de occidente, se le está permitido a la gente que la atraviesa experimentar para conocer los efectos que tienen sobre el cuerpo. Este tipo de circunstancias, entre muchas más, han devenido en problemas como el narcotráfico o la misma drogadicción, especialmente en las urbes, lugar en donde suele conseguirse de manera más fácil este tipo de sustancias. Ni el cielo sabe qué de Josh y Ben Safdie, es la crónica de esta situación, aderezada con un amor obsesivo que raya en la locura y nos llevará a un extremo muy interesante.

Harley (Arielle Holmes) es una joven que vagabunda de la ciudad de Nueva York, su vida desordenada se rige por dos situaciones: conseguir heroína para mantenerse drogada y mostrarle a Ilya (Caleb Landry Jones), un joven en la misma situación de calle, que está tan enamorada de él que podría dar su vida por verlo feliz. De esta forma la veremos en un peregrinar constante que va desde los albergues donde puede refugiarse para pasar la noche hasta visitas constantes a hospitales o intentar fugarse de su realidad (aunque suene redundante dado el uso de drogas) huyendo de la ciudad que los ha condenado a su situación.

Harley recibe la ayuda de gente que intenta apoyarla para salir, sin embargo, es su obsesión por Ilya, la que la seguirá arrastrando a la espiral de donde posiblemente no encuentre el final.  


La cinta, que representa el tercer largometraje de los hermanos Safdie, representa un viaje por los barrios bajos de la ciudad neoyorquina, si bien las superproducciones se han esforzado por presentarnos los lugares más emblemáticos de ese lugar, en esta historia se nos muestra el otro lado del crecimiento de las ciudades con sus respectivas consecuencias: gente sin hogar, drogas, robos, etc.

El filme tiene la capacidad de que en ningún momento se torna condescendiente ni con sus personajes ni con la misma ciudad, mostrándonos mucho de la realidad. Esto lo logra con un manejo de las situaciones en donde se busca llegar hasta el último extremo, ya sea con el uso de las drogas como con algunas acciones que llevarán a los personajes al hospital, entre otras. Pero también echando mano de un juego de encuadres muy interesante que responde a cada una de las necesidades de la narrativa, así se combina la cámara en mano y en constante movimiento cuando quiere introducirnos en momentos de tensión y desequilibrio; mientras que cuando las cosas parecen apaciguarse nos presenta encuadres con una cámara estable y planos de mayor duración.


La edición es un elemento que también ayuda a la narrativa de la historia deviniendo en un buen ritmo que también le suma a los momentos de tensión y distensión. Los personajes están bien desarrollados, tanto quienes buscan ayudar a Harley como quienes la rechazan reaccionan de acuerdo a lo que su personalidad les dictaría.


Sin embargo, es en la interpretación en donde hay ciertas deficiencias, especialmente con la pareja principal, los cuales por momentos parecen no terminar de reflejar el estado de alienación en la que se encuentran bajo el influjo de las drogas, mostrándose un poco repetitivos o en su defecto, con cierta exageración que lleva a la poca credibilidad en las actuaciones. En este aspecto cabría hacer la acotación de que Arielle Holmes, quien interpreta a Harley, le da vida a su propia historia, lo que nos hace evidente que no es una actriz profesional.


Ni el cielo sabe qué, es una cinta que no dejará indiferente a los espectadores, no se tienta cuando refleja la realidad por la que atraviesan sus personajes lo cual le da mayor impacto y credibilidad a cada una de las situaciones; es esta realidad sórdida y el retrato que se realiza sobre la ciudad, los que van desembocando en una cinta que provocará reflexiones sobre los alcances que pueden tener adicciones a cosas tan peligrosas como los estupefacientes o el mismo amor.

Ni el cielo sabe qué, Joshua Y Ben Safdie, Estados unidos-francia, 2014. Con: Arielle Holmes, Caleb Landry Jones, Buddy Duress, et. al.


No hay comentarios:

Publicar un comentario