domingo, 6 de diciembre de 2015

Contrabando y traición. 600 Millas.

Por: Manuel Hernández.

La relación México-Estados Unidos ha sido retratada muchas veces en el cine. El problema del narcotráfico en los últimos años ha sido parte de las temáticas que han inundado el cine mexicano tanto en las vertientes que han denominado como cine comercial (hay muestras en Salvando al soldado Pérez y El Infierno) o el cine de festivales (Heli, quizá fue la más exitosa). Pero la problemática del tráfico de armas, como proceso de proveeduría de materia prima para la guerra que se ha desatado en los últimos años en México había sido pocas veces explorada, eso es lo que trata de hacer 600 millas de Gabriel Ripstein. 

En lo personal considero que las películas que buscan ganar premios en festivales siguen dos tipos de fórmula: por un lado están aquellas que emplean planos largos con pocos o nulos movimientos de cámara y muy poca acción a cuadro; por otro, aquellos que proponen un movimiento mayor con cámara en mano y plagado de travellings y plano secuencias. Gabriel Ripstein opta por esta vertiente para desarrollar su historia, la cual nos cuenta la relación entre un joven que se dedica a traficar drogas y un policía de Arizona que buscaba detenerlo. Por algo que podría interpretarse como un malentendido terminan viajando por el norte de México enfrentándose a diferentes adversidades y obligados a confiar el uno en el otro si quieren sobrevivir.

Como idea, la historia puede resultar interesante, como resultado audiovisual ya no lo es tanto, a menos que a la gente le resulte interesante observar algunos plano-secuencias en donde la mayor parte del tiempo (no sólo de los planos-secuencias, sino también de la película) lo único que se ve a cuadro es a alguien manejando una camioneta. 

La historia se toma cerca de media hora en tratar de hacer entender al espectador que comprar un arma en territorio estadounidense no tiene mayores dificultades que contar con una identificación y pagar el monto correspondiente. Y posterior a eso, por alguna casualidad, un joven delgado, pequeño y miedoso termina ejerciendo un dominio sobre un policía mucho más alto que él, visiblemente más fuerte y, obviamente, con entrenamiento, para llevarlo hasta donde el jefe del cártel que integra con su familia en donde vendrá otra incongruencia que revelar aquí, sería echar a perder toda la sorpresa que la película pudiera ocasionar. 

Las actuaciones son buenas, resalta Kristyan Ferrer, quien sostiene en buena medida la historia y quien en su personaje demuestra los miedos e inseguridades que un novato puede tener. El otro lado es Tim Roth, quien por momentos se mira un poco acartonado, probablemente por lo inverosímil que resultan algunas situaciones, ambas psicologías se contraponen y es su buen desarrollo una de las características a destacar del filme. La fotografía es un elemento que también resalta y ayuda a envolver en buena medida las situaciones, acompañando las acciones.

La inclusión de los plano secuencias, trata de aportar cierta estética a la cinta, sin embargo, muchas veces se pierde, pues más allá de mostrar cierta coreografía o planeación de la escena se va diluyendo al mostrar en mayor medida las nucas de los personajes, más allá de la acción.

En general, la película retoma una problemática que en muchas ocasiones ha sido dejada de lado por los actores políticos, invitando a la reflexión y discusión, lo cual es plausible. Sin embargo, la manera en que es tratada y llevada da la impresión provoca que el filme se vaya diluyendo con sus propias propuestas del uso de lenguaje cinematográfico, hay un par de momentos que sorprenden porque intentan darle un giro a las situaciones,pero que, deja la sensación como el personaje de su escena final, no pasa nada nuevo.

600 millas de Gabriel Ripstein, México-Estados Unidos, 2015, 85 min. Con Kristyan Ferrer, Tim Roth, Noé Hernández, et. al. 


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